La industria dio gran prestigio en la villa condal, gracias a la destreza de los artesanos ripolleses

El hierro obtenido de las fraguas medievales se transformaba en aperos agrícolas, piezas de carros, molinos, batanes… y en llaves, rejas y armas blancas. Más adelante, en ballestas y otros objetos de forja. Paralelamente, en el siglo XVI se había iniciado la manufactura de armas de fuego portátiles de avancarga (cargadas por la boca del cañón), que siguió aumentando durante el XVII y llegó a su máxima producción en el siglo XVIII, antes de entrar en decadencia y desaparecer en el XIX a causa de los disturbios políticos y de los profundos cambios económicos y técnicos que se produjeron en esa época.

Las armas fabricadas en los talleres de Ripoll son el producto que ha dado más fama internacional a la industria del hierro de la comarca.

Trascendiendo con mucho su funcionalidad, se convierten en la culminación de las capacidades de sus creadores, y constituyen un reflejo perfecto del altísimo conocimiento técnico y de la sensibilidad artística de estos artesanos. Además de las que se destinaban a satisfacer los pedidos de los ejércitos de la época, también se fabricaban modelos únicos para uso civil, creados como elementos de distinción y de lujo. Son la materialización de las habilidades y del gusto artístico de unos auténticos expertos en el trabajo de los metales (el hierro, el latón y la plata), de la madera, de las guarniciones y de los mecanismos de precisión que componen un arma de fuego; el cañón y el cerrojo, que se afirman en la culata o parte de madera, hacen que a menudo estas piezas sean auténticas obras de arte, firmadas con los punzones de los destacables armeros ripolleses.

Los maestros cañoneros, cerrojeros y culateros se dedicaban cada uno a la tarea que le era propia, pero se agrupaban en la exigente cofradía de Sant Eloi, que actuaba como garante para asegurar la calidad del trabajo, poniendo a prueba las armas antes de distribuirlas en el mercado, y controlando también el proceso de aprendizaje necesario para convertirse en maestro pedreñalero.